Mucho antes
de la venida de Cristo, el pequeño pueblo de Genazzano, a treinta millas de
Roma, construyó un templo a Venus, la
diosa pagana del amor, a la que le tenían particular adhesión. Allí se le
ofrecía culto y celebraban grandes fiestas
en su honor, especialmente el 25 de abril. Todos los años la gente de Genazzano
gozaban de las festividades bailando y cantando.
En el siglo
IV de nuestra era, cuando el cristianismo había sido públicamente reconocido en
el Imperio Romano, el Papa San Marco (336d.C.) mandó construir una iglesia en
una colina sobre el pueblo, no muy lejos de las ruinas del antiguo templo
pagano. La iglesia, firme y fuerte pero pequeña y sencilla, fue dedicada a
Nuestra Señora del Buen Consejo. A sabiendas del amor que la gente de Genazzano
le tiene a las fiestas y celebraciones, el Papa declaró el 25 de abril (fecha
de las antiguas fiestas paganas), como día de celebración cristiana en honor de
Nuestra Señora del Buen Consejo. La Iglesia respeta las
costumbres de los pueblos pero siempre busca purificarlas de todo error y
elevarlas hacia Dios.
A través de
los siglos, Nuestra Señora fue honrada de manera especial en la pequeña iglesia
de la colina, la cual se puso a cargo de los frailes de la Orden de San Agustín en
1356. Con el tiempo, el uso y los desgarros comenzaron a afectar el anciano
templo. Para el siglo XV, la iglesia se había venido desvencijando tanto que
algunos temían su total colapso. Pocos, sin embargo, parecían tener interés en
repararla, posiblemente porque habían iglesias mas nuevas y mejores en el
pueblo.
Una viuda
santa, Petruccia de Geneo, que amaba a la Virgen devotamente, se sintió inspirada a
reconstruir la iglesia. Deseaba que la iglesia fuera más grande y más bonita,
más apropiada para la Madre
de Dios. Confiando en Nuestra Señora, Petruccia contrató trabajadores y constructores,
compró también los materiales y vio las paredes subir. Sus vecinos la
observaron por un tiempo en silencio, luego comenzaron a burlarse de ella,
especialmente cuando les pedía ayuda.
Petruccia
no podía comprender la actitud que sus vecinos y pensaba que su amor a Nuestra
Señora los inspiraría a ofrecer ayuda. Pero los corazones no estaban para eso.
Ellos sabían que construir una iglesia grande y bonita era un gran proyecto y
que Petruccia tenía dinero, pero no lo suficiente. Percibían la obra como un
acto de orgullo y presunción por parte de Petruccia y la criticaban. Cuando la
obra tuvo que detenerse por falta de fondos, las paredes sin terminar fueron
nombradas "la locura de Petruccia".
Probablemente
Nuestro Señor permitió todo esto para fortalecer el amor y la confianza de
Petruccia. La envidia, la falta de caridad, y los desacuerdos purifican y
prueban toda obra de Dios. Ella no se dejó
dominar por los obstáculos; estaba determinada a hacer todo lo que pudiese para
ver la iglesia completada. Sentía que Nuestra Señora había inspirado el trabajo
y que Ella lo apoyaría cuando fuese su tiempo. Decía que algún día "una
gran Señora vendría a tomar posesión de ella". Petruccia entonces recurrió
a sacrificios y oraciones más fervorosas.
Un poco
después, durante la fiesta del pueblo, el 25 de abril, día de San Marcos de
1467, muchas personas estaban congregadas en la plaza del mercado pasando un
buen rato, festejando, bailando y cantando. No se sabe por qué ya no rendían
honor a Nuestra Señora del Buen Consejo en ese día, como lo habían hecho sus
antepasados en siglos anteriores. Probablemente a través de los siglos su
devoción por Nuestra Señora se había disminuido, pero habían conservado el amor
por las fiestas.
En medio de
las fiestas, alguien vio una nube encopada flotando bien bajo a través del
claro cielo azul. El asombro paralizó el baile y el canto. Toda la atención fue
puesta en la nube que bajaba despacio y que finalmente se detuvo en un borde
angosto de las paredes sin terminar de la iglesia de Petruccia. La nube se
abrió gradualmente, y en su centro apareció una bellísima pintura de Nuestra
Señora con el Niño Jesús. Todas las campanas del pueblo comenzaron a sonar sin
la ayuda de manos humanas.
Atraídos
por el inesperado y fuerte repicar de las campanas, la gente de las villas
aledañas se apresuraron a Genazzano para averiguar la causa. Mientras tanto, al
escuchar del milagro, Petruccia, que estaba orando en casa, se apresuró a la
iglesia para arrodillarse ante la pintura. Llena de alegría dijo que ella sabía
que Nuestra Señora vendría a tomar posesión de su iglesia. Toda la gente se le
unió en las alabanzas a Nuestra Señora.
Nadie
conocía la procedencia de la pintura ni la había visto antes. Pronto una
maravillosa lluvia de gracias y milagrosas curaciones comenzaron a suceder. En
solo cuatro meses, 171 milagros fueron archivados. La gente comenzó a llamar a
la imagen "Nuestra Señora del Paraíso" porque creían que había sido
traída a Genazzano por manos de los ángeles ocultos en la nube encopada. Otros,
por los numerosos milagros, la llamaban "Nuestra Señora de los
Milagros".
Durante
este tiempo, dos extranjeros procedentes de Scutari, Albania, llegaron a
Genazzano buscando la milagrosa pintura de la Virgen. Ellos contaron su
testimonio. Scutari fue la última ciudad tomada por los Turcos en su invasión
de Albania. Cuando comprendieron que ya
no podían resistir más, le pidieron consejo a la Virgen sobre que hacer para
mantener su fe católica en aquellas circunstancias. Esa noche, ante el asombre de los dos
albaneses la imagen de la
Virgen se desprendió de la pared y elevándose por los cielos
se comenzó a trasladar lentamente hacia el oeste. Así pudieron seguirla, cruzar el mar
adriático que separa Albania de Italia, hasta que llegaron a Genazzano. Así
decidieron quedarse en Genazzano para vivir cerca de su Señora, que también se
había refugiado.
Cuando el
Santo Padre en Roma escuchó acerca de la pintura y de sus muchos milagros,
mandó a dos obispos como comisionados a examinar y estudiar los acontecimientos
extraordinarios.
Después de una cuidadosa investigación, el Papa y los
comisionados quedaron convencidos de que la pintura era verdaderamente Nuestra
Señora del Buen Consejo, que había sido venerada por siglos en el pequeño
pueblo de Scutari. El espacio vacío con las dimensiones exactas donde había
estado la pintura en la iglesia fue evidente para todos. La imagen- del espesor
de cáscara de huevo- había sido pintada sobre el yeso de la pared. Ninguna
habilidad humana podría haber tomado con éxito la pintura de la pared sin
romperla. Ninguna mano humana podría haberla traído a través del mar Adriático
y colocarla en el borde angosto de la iglesia sin sujetarla.
Naturalmente,
la iglesia de Petruccia fue completada. Más bien, hubieron tantas donaciones y
fue ofrecida tanta ayuda que se convirtió en una bella basílica. La pintura fue
puesta en un relicario maravilloso con un marco de oro adornado con piedras
preciosas. Más tarde dos coronas de oro enviadas por el Vaticano fueron
colocadas en las cabezas de la
Madre y el Niño. La pintura aún está en la iglesia, "la
locura de Petruccia". Los monjes Agustinos son los guardianes especiales
de la iglesia y de la pintura milagrosa.
La basílica
ha sido afectada por los siglos. Sufrió particularmente por la Segunda Guerra
Mundial ya que para arrestar el avance de los Aliados, los alemanes no dudaron
en bombardear las iglesias. En Genazzano, el santuario de Nuestra Señora no se
libró. Una bomba explotó en el con toda fuerza. El altar mayor fue
completamente destruido, todas las pinturas y las estatuas en las paredes
alrededor se vinieron abajo, pero la milagrosa pintura de Nuestra Señora del
Buen Consejo, se mantuvo perfectamente intacta, tan bella como cuando Petruccia
la vio por primera vez.
Nuestra
Señora tiene los ojos parcialmente bajos como si estuviera escuchando con
intensidad. Su vestido verde oscuro está adornado con un borde de oro. Su manto
azul oscuro cubre su cabeza y sus hombros y cubre parcialmente al Niño Jesús,
quien tiene una mano alrededor del cuello de su Madre.
Su mejilla toca la de
ella, y su mano izquierda esta sosteniendo el cuello de su vestido. El vestido
rojo del Niño esta adornado con un borde de oro. La expresión en ambos, Madre e
Hijo es de una profunda atención. El Niño Jesús parece que está listo para
susurrarle algo a Su Madre. Es una pintura sencilla pero atractiva.
En los
últimos cuatro siglos innumerables peregrinaciones y muchos milagros han
ocurrido en el santuario de Nuestra Señora, Madre Amorosa que es para todos un
tesoro de la gracia divina. Acude a ella con tus pequeños problemas; ve a ella
con tus grandes problemas; confía en su guía. Ella es verdaderamente Nuestra
Señora del Buen Consejo.
Las
palabras "Madre del Buen Consejo" fueron insertadas por Pío IX a las
letanías de la Virgen
María.